María Pía Méndez
Chilena. Cientista Político UDP, Magíster en Pensamiento Contemporáneo y Filosofía Política UDP, Magíster en Teoría Política de la Universidad de Sheffield (Inglaterra) y candidata a Dra. en Filosofía de la Universidad de Glasgow (Escocia).
El problema es que democracia sin participación ciudadana efectiva no es democracia. Es decir, no lo es sin un involucramiento de ciudadanas y ciudadanos comunes y corrientes que puedan expresar sus ideas y preferencias más allá de elegir entre la oferta de candidatas y candidatos que van a decidir por ellas y ellos.
Comunidad política y desconfianza
Sólo al reconocernos iguales, no en intereses sino en cuanto a los derechos que nos confiere nuestra condición de ciudadanxs, podremos recuperar una democracia que hace mucho tiempo nos dejó mirando, desde la galería, a lxs protagonistas del quehacer político que ya no somos nosotrxs.
Derechos y ¿deberes?
Cuando nuestros méritos no cuentan, puede aflorar el reconocimiento de la igualdad de derechos, que urgen ser garantizados en los casos de mayor vulnerabilidad (niñas, migrantes, refugiadas, personas en situación de calle y un gran etcétera).
El daño colateral
Es paradójico: mientras la acogida de refugiados a través de la cooperación internacional es una tarea casi imposible, la coordinación de la represalia resulta bastante expedita cuando se quiere atacar a un “enemigo común”.
Promesas incumplidas
Re-inventemos nuestro rol como ciudadanos en el funcionamiento del país, la responsabilidad que nos cabe y la importancia de la actividad política. Así podremos exigir lo justo a nuestros representantes, sin anular la relevancia de su labor ni tampoco la nuestra.
Que abunde la indignación, no el miedo
Necesitamos eliminar el miedo a perder lo poco que tenemos, especialmente a nivel más personal. El miedo paraliza y nos retrae, impide ampliar la mirada para reconocer la necesidad de todos los ciudadanos de nuestro país. Necesitamos recordar que en lugar de consumidores con derecho a reclamo, somos ciudadanos con derechos y deberes.
Obligaciones morales: la cultura del vive y deja vivir
Mucho se ha dicho respecto de las grandes reformas por las que va pasar nuestro país. Ojalá esté en el centro la noción de que estamos atados por un vínculo de humanidad, el que nos obliga moralmente a querer defender la calidad de vida de todas las personas de nuestra sociedad.
Aquella peligrosa “meritocracia”
Los criterios con los que funcionamos están cambiados. Alteramos el orden de las cosas y hemos generado un círculo enormemente vicioso que reproduce la desigualdad, porque tiene barreras de entrada basadas en esa idea del “merecer”.
¿Educación cívica… para qué?
No puedo convencerme de que la distancia actual entre los jóvenes y lo político sea mayor o igual a la de hace un tiempo; las masivas manifestaciones de esos jóvenes me lo impiden. Por eso, debemos distinguir entre lo político como ámbito y la actual actividad política.
Elección de carrera: el peso de la valoración
¿Qué espacio dejamos para permitir que sea la verdadera vocación la que actúa cuando elegimos? Estudiar o no una carrera tradicional no tiene un valor en sí mismo; lo que importa es cómo desde nuestras potencialidades podemos servir mejor.
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